Desde hace unos años estamos asistiendo a la proliferación de nuevas tecnologías, con las que hemos aprendido a convivir en nuestro día a día, que de forma natural han entrado en el mundo de la empresa, dando lugar a una auténtica revolución tecnológica en algunos sectores productivos.

La ya denominada Industria 4.0, caracterizada por la fusión de diversas tecnologías emergentes, se fundamenta principalmente en tecnologías que captan, analizan y aprenden de los datos (Big Data, Cloud Computing, IoT, IA, Machine Learning, etc.), que permiten monitorizar y controlar la maquinaria, robots, vehículos y los procesos en general, dando lugar a “industrias inteligentes”, lo que supone un paso decisivo en la mejora de su competitividad.

Todo este avance tecnológico supone la irrupción de nuevos escenarios hasta ahora desconocidos, como la aparición de nuevos riesgos que deben ser tenidos en cuenta, si bien, también supone la eliminación o minimización de ciertos riesgos y la mejora de las condiciones de trabajo. La IA no ha venido para sustituir al factor humano, sino para apoyarlo, y este sigue siendo esencial en la toma de decisiones, su ejecución y seguimiento de resultados. Reforzará muchos puestos de trabajo existentes, al tiempo que permitirá la aparición de nuevos empleos que en la actualidad no existen.

En este contexto, ¿qué riesgos tendrán que afrontar los trabajadores en los procesos de toma de decisiones basadas en algoritmos en los que no intervienen humanos ni se tienen en cuenta los aspectos éticos? ¿estos algoritmos pueden exponer a los trabajadores a una serie de riesgos estructurales, físicos y psicosociales y provocar estrés?, etc.